16 junio, 2025

Se escenificó una nueva traición: no a Villarruel, ni a Macri, sino al espíritu del 25 de Mayo

Opinión: Luis Gotte. La trinchera bonaerense

25 de mayo, es un día especial para los argentinos. Un día en el que evocamos el inicio de nuestro camino hacia la soberanía, cuando un grupo de criollos en 1810 se animó a romper con la administración virreinal. Pero a 215 años de aquel gesto fundacional, cabe preguntarse con crudeza: ¿somos verdaderamente libres? ¿O nuestra patria, además de seguir siendo colonial, es hoy una patria ocupada?

Ocupada por intereses foráneos, por el dogma del mercado, por decisiones que se toman lejos de nuestras fronteras y muy cerca del bolsillo de unos pocos. Hoy, en esta Argentina fracturada, endeudada, empobrecida y de rodillas, se celebró una misa en la Catedral Metropolitana. Una ceremonia de acción de gracias, como si tuviéramos motivos para agradecer este presente desgarrado.

El arzobispo Jorge García Cuerva, en una homilía valiente -de esas que ya casi no se escuchan- denunció los discursos de odio, reclamó diálogo y convocó al encuentro en la diversidad. Lo que debería ser el abecé de cualquier comunidad nacional que se respete. Sin embargo, la señal política fue exactamente la contraria.

El presidente Javier Milei, ese predicador del rencor envuelto en banderas ajenas, ingresó a la Catedral con la arrogancia del que confunde autoridad con altanería. Destrató, ignoró, despreció. No saludó al jefe de gobierno de la Ciudad, Jorge Macri. Pero lo más grave fue su desplante a la vicepresidenta Victoria Villarruel. Porque ella no es una funcionaria más, ni una vice ornamental. Fue su socia política, su trampolín electoral. Ella le aportó una base electoral sin la cual jamás habría llegado al Sillón de Rivadavia. Entonces, ¿quién traiciona? ¿Quién rompe la unidad que dice defender?

Lo de hoy fue tan simbólico como brutal. En la Catedral donde descansan los restos del más grande de los nuestros, el Gral. San Martín, se escenificó una nueva traición: no a Villarruel, ni a Macri, sino al espíritu del 25 de Mayo. Porque lo que se vio fue una puesta en escena del nuevo orden: una Argentina obligada a profesar una sola ideología, un pensamiento único, una fe ciega en el libre mercado como religión revelada. Para ellos será una Argentina liberal o no será.

Y esa Catedral, que hoy no parecía ser el templo del pueblo, sino una parte del engranaje de ese “estado profundo” que se enquistó en el poder desde 1861 con Mitre: el mismo que desvió la historia hacia el puerto y la dependencia, que enterró la patria grande de San Martín y Artigas para erigir la republiqueta oligárquica de la renta y la extranjería. Hoy ese mismo poder ya no necesita fusiles ni decretos: le alcanza con trolls, influencers, licuadoras, sobreactuaciones y aplausos pagos.

Van por un Partido Único. Van por una Argentina sin disidencias, sin matices, sin contradicciones, sin voces incómodas. Lo hacen en nombre de la “libertad”. ¡Qué ironía! Ayer fue en nombre de la “igualdad”. Hoy y ayer, la misma lógica autoritaria con distinto ropaje. Cambian las banderas, pero no el fondo: lo que buscan es el control total. Como en Rebelión en la granja, de Orwell: los libertarios terminan pareciéndose a los progres a los que desprecian, fundando una dictadura de mercado como otros fundaron una dictadura de Estado. En ambos casos, el resultado es el mismo: un pueblo sometido, un país sin alma, una Nación sin destino.

Este 25 de mayo no es un aniversario más. Es una señal. O recuperamos el verdadero sentido de la soberanía, con justicia social, con dignidad y con identidad, o aceptamos seguir siendo una colonia administrada por algoritmos y fondos buitres. La historia nos obliga a elegir: o somos una Patria con memoria y destino, o una granja ocupada por unos pocos iluminados que se creen libertadores mientras nos venden al mejor postor.

Luis Gotte

La trinchera bonaerense